
Compartir
Por Júlia Serramitjana, Oxfam Intermón
La contaminación oral – fecal, la defecación al aire libre o las aguas residuales no tratadas son problemas que se derivan de no tener instalaciones sanitarias adecuadas. Fenómenos que pueden provocar enfermedades graves, epidemias y el deterioro de la salud de poblaciones enteras. Así que sí: el retrete importa.
Cuando el agua deja de ser un derecho garantizado, se desencadenan múltiples crisis. En los conflictos armados u otras catástrofes, la destrucción de infraestructuras y la restricción del acceso al agua amenazan la salud, la dignidad y la igualdad.
Cuando el agua y el saneamiento fallan, la higiene se vuelve una batalla diaria contra brotes de enfermedades.
En un conflicto, el suministro de agua sufre por varios frentes: la destrucción de tuberías y plantas de tratamiento; la contaminación de fuentes o los bloqueos que impiden la reparación o provisión de materiales esenciales.
En ese escenario, las recomendaciones de higiene se convierten en medidas vitales: evitar el contacto con aguas contaminadas, lavarse las manos después de ir al baño, antes de cocinar o de dar de comer a un bebé, potabilizar agua, desechar alimentos expuestos al agua de la inundación, cuidar heridas y prevenir enfermedades respiratorias en albergues.
Pobreza menstrual: la invisibilidad de una dimensión de la crisis
En contextos extremos como Gaza, la falta de saneamientos y de agua limpia perjudica especialmente a las mujeres si se suma a otra carencia. Se trata de la falta de acceso a productos de higiene menstrual, instalaciones seguras para usarlos y desecharlos, y de agua suficiente para mantener la higiene personal.
Las mujeres y niñas desplazadas, viviendo bajo bombardeos o en campos improvisados sin agua corriente ni privacidad, enfrentan cada mes una crisis en su dignidad: como describe una madre en un campamento, “algunos días ni siquiera tenemos agua. Eso lo empeora todo.”
Esta realidad, esta pobreza menstrual no solo genera riesgos de salud, sino que perpetúa la desigualdad, interrumpe la educación, el trabajo, la participación social, y constituye una forma más de violencia estructural.
Hacia una intervención con perspectiva de dignidad e igualdad
Para abordar esta falta de agua, higiene y saneamiento, hay actuaciones esenciales:
- Reparación y mantenimiento de infraestructuras de agua y saneamiento en contextos de conflicto. (Por ejemplo, cisternas móviles, sistemas solares de desalación)
- Programas de emergencia que incluyan suministro de agua potable, kits de higiene, instalaciones de saneamiento temporal, educación en higiene, y atención particular a vulnerabilidades específicas.
- Respuestas humanitarias que reconozcan la pobreza menstrual como una dimensión crítica de la salud, la dignidad y la igualdad de género: distribución de productos de higiene menstrual, creación de espacios seguros, acceso a agua y saneamiento, e información adaptada.
- Políticas que garanticen que en crisis se proteja el acceso al agua y al saneamiento como derecho humano, y que las respuestas incluyan una perspectiva de género, clase y vulnerabilidad estructural.
Defender el acceso al agua es también luchar contra la desigualdad, la pobreza y la injusticia.
Si queremos un mundo más justo, no podemos abordar estas cuestiones de forma aislada: agua, higiene y menstruación están interrelacionadas, y la respuesta debe ser coherente, inclusiva y con perspectiva de derechos humanos.
Compartir
ACTUEMOS UNIDOS PARA SALVAR MÁS VIDAS
Déjanos tu mail y te informaremos de nuestras últimas actuaciones y campañas








